CONOCIENDO LA DOCTRINA BÍBLICA
c) El pecado y sus implicaciones
Dios había dado al hombre una prohibición, para que éste pudiera mostrar su obediencia de forma voluntaria a Dios.
“Tomó, pues, Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:15-17).
Satanás era astuto y supo inculcar muy bien su pecado de orgullo al hombre. Empezó desacreditando a Dios, diciendo: “Con que Dios os ha dicho”. Queriendo indicar con ello, que Dios era muy severo en su prohibición: ¡Vaya! ¡vaya! ... Además con una gran mentira: “No moriréis” (Dios os ha engañado). Luego con una propuesta excelente: “Seréis como Dios” (Lo que pasará es que seréis como Dios y conoceréis el bien y el mal). De hecho, en realidad lo conocieron; pero, conocieron el bien que habían perdido, y el mal que habían adquirido. Ante esta propuesta la mujer empezó a dudar de lo que Dios había dicho, y ya el pecado anidaba en su corazón. Empezó a pensar: A fin de cuentas el árbol es bueno para comer. Es agradable a los ojos, y codiciable para alcanzar sabiduría (Según 1ª de Juan 2:16, esto sigue estando en el mundo).
“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”.
Seguimos con Eva. Ella diría: Voy a probarlo, ¿tendrá o no razón Satanás? ¿Por qué estar limitado? Nosotros seremos como Dios, ya no tendremos que depender de Él. (Opinión sin duda que sería compartida con Adán). Es pues, la caída, además de una acción clara de desobediencia, un atentado contra la soberanía de Dios, y un pecado de orgullo. Satanás había conseguido lo que se había propuesto.
“vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6).
El pecado ha sido consumado. Dios está buscándoles, y ellos se están escondiendo, sintiéndose culpables, pero al mismo tiempo excusándose.
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del huerto. Mas Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3:7-13).
Esto traería graves consecuencias. Destacaremos tres muy importantes: La tierra maldita. El hombre sufriendo. La muerte.
La tierra maldita La primera consecuencia de la caída del hombre, es que la tierra, la naturaleza, sería afectada:
“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo” (Génesis 3:17-18).
Surgen espinas y abrojos. La armonía y la convivencia entre el hombre y los animales se rompe. Los animales vuelven agresivos, y solo cuando Cristo venga y restaure todas las cosas, se arreglará.
“a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21).
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:19-23).
“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Dios, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).
Hay además muchas cosas que afean la creación, que sin duda todas ellas son consecuencia del pecado, por ejemplo: La contaminación en tierra, mar y aire, la tierra es sacudida por cataclismos y muchas cosas más.
El hombre sufriendo Aparecen: El dolor, la fatiga, el sudor, el sufrimiento (enfermedad), la maldad. Hay un vivo contraste con:
“Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:3-4).
“Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Dios. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. 4Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:1-4).
“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:3-5).
Un paréntesis interesante: El pecado que hemos heredado es como una semilla que llevamos dentro, ya al nacer, y que se desarrolla, y se deja ver muchas veces a lo largo de la vida. Esto, ya de por sí, nos constituye en pecadores.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
Pero además de esto, hay los pecados que cometemos a modo de transgresión, los cuales nos dejan sin excusa, y ya no podemos culpar a Adán, sino que debemos culparnos a nosotros mismos. Estas manifestaciones de pecados, se ven desde muy temprana edad, y dejan al hombre y a la mujer culpables ante Dios, no solo del pecado de Adán, sino de sus propios pecados. Todos los hombres pues, son pecadores y están bajo el juicio de Dios (Romanos 3:9-12, 20, 23). Solo la obra de gracia de parte de Dios puede solucionar el problema. Esta tendencia pecaminosa que heredamos de Adán, se denomina “carne”, o sea, la naturaleza caída del hombre, que no tiene ninguna sinomía con el cuerpo. La carne está luchando contra el Espíritu impidiendo que se guarde la Ley de Dios.
“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:2-4).
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:17).
Satanás sabe penetrar hasta este hombre viejo, y entonces la carne produce sus frutos, los cuales son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y la lista podría continuar (Gálatas 5:19-21). Esta semilla no se nos quita cuando nos convertimos, sin embargo, hay otra semilla implantada con la conversión, que es el hombre nuevo.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24).
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1ª de Juan 3:9).
Este hombre nuevo se presta a la utilización del Espíritu, y si éste está más fuerte, el otro está más débil, o viceversa. Miremos bien, pues, a cual de los dos estamos alimentando, a cual de los dos le facilitamos el crecimiento.
La muerte Después de este paréntesis, volvemos a las consecuencias de la caída, del pecado, y llegamos a la más importante y trágica, o sea, la muerte. Cuando Adán y Eva pecaron aparece como consecuencia inmediata, la muerte. Dios le dijo a Adán: “porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17), y Adán muere espiritualmente el día que desobedece.
“Y dijo Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Dios del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:22-24).
Más tarde Adán moriría también físicamente.
“Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió” (Génesis 5:5).
Todo hombre y toda mujer están muertos espiritualmente al nacer, hasta que se convierte a Cristo. Nosotros, pues, estábamos muertos en delitos y pecados. Muertos espiritualmente. Separados de Dios, quién es el Autor de la vida.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, ... aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Ef. 2:1, 5).
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida (Juan 5:24).
“Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:18-20).
A través de la conversión, nos apropiamos los beneficios de la Obra de Cristo, y se establece la comunión con Dios, que estaba rota. Todo hombre, convertido o no, si el Señor no viene antes, tiene que pasar por la muerte física, pero solo aquellos que no se convierten al Señor, y rechazan el Evangelio, pasarán por la muerte segunda, o lo que es lo mismo, la muerte eterna, esto es: SEPARACIÓN ETERNA de Dios. Resucitados en un día para condenación y vergüenza...
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).
“E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46).
“Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:14-15).
“Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)” (2ª Tesalonicenses 1:6-10).
***sea: Tiene espíritu, alma y cuerpo, como vemos en (1ª Tesalonicenses 5:23):
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.
Examinemos cada una de estas partes:
El espíritu. Forma parte de la composición del ser humano, y tiene que ver con el aliento dado por Dios, como vimos en Génesis 2:7. Es la parte inmaterial del hombre que nos relaciona con Dios, y hace que pensemos en un Creador. (No sucede así con los animales que no lo entienden).
El alma. Es la parte inmaterial que nos relaciona con nosotros mismos. Es nuestro YO (el ego). Es el asiento de los deseos, afectos, voluntad, emociones, sentimientos, etc.
El cuerpo. Es la parte material, el tabernáculo, la tienda, o la habitación donde habitamos:
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2ª Corintios 5:1-8).
Con el cuerpo hacemos nuestra peregrinación en este mundo, y además, con él, nos comunicamos, a través de los cinco sentidos, al mundo exterior, o sea, a los demás. El ser humano está dotado también de unas capacidades: Tiene:
Intelecto. Capacidad de pensar, de razonar, etc. Sentimientos. Se emociona, siente amor, odio, se enfada, se entristece, se goza, etc.. Voluntad. Capacidad de decidir, puede decir sí, o no; hago esto, o no lo hago.
Dios no creó al hombre como un robot, sino que lo ha dotado de libre albedrío, aunque esta libertad, mal usada le llevaría a la caída, al pecado. Así que el hombre y la mujer vivían en comunión con Dios, le obedecían y eran plenamente felices, teniendo señorío sobre todo lo creado, pero apareció un personaje, Satanás, quién introdujo la desobediencia, el pecado, en el ser humano, y todo esto cambió.
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"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
Para que seamos llamados hijos de Dios"
1a Juan 3:1.
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