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CONOCIENDO LA DOCTRINA BÍBLICA

 

b) 3.En torno a Dios

 

JESUCRISTO

 

SU ENCARNACIÓN

 

Si es de vital importancia la Deidad de Jesucristo, es igualmente importante su Humanidad. Jesucristo es Hombre perfecto, y dice la Palabra de Dios, que todo aquel que no acepta esto, no es de Dios, y además es un anticristo.

 

“En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1ª Juan 4:2-3).

 

El hecho de que Dios se humanara es algo que escapa a nuestra comprensión, y solo se explica pensando en que su amor lo hizo posible.

 

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)

 

Al considerar la humanidad del Señor Jesucristo, no le vamos a quitar ni un ápice de su Deidad. Jesucristo es Dios y Hombre a la vez.

Dividiremos el estudio en tres puntos:

 

1) Realidad de su encarnación.

2) Necesidad de su encarnación.

3) Implicaciones de su encarnación.

 

1) REALIDAD DE SU ENCARNACIÓN

 

¿Quién se encarnó?

 

Se encarnó la 2ª Persona de la Trinidad, o sea, el Hijo, el Verbo, quién es Dios bendito (Romanos 9:5) (1ª Juan 5:20), Creador y Sustentador de todo (Colosenses 1:16-17) (Juan 1:3) (Hebreos 1:3).

El Señor Jesucristo, sin dejar de ser Dios, adquirió para sí la naturaleza humana, y el resultado de todo ello es que en una Persona se encuentran las dos naturalezas, la divina y la humana en perfecta coordinación, llegando a ser así: Verdadero Dios y Verdadero Hombre.

El Hijo, como Dios, es eterno y tiene “sus salidas (actividades) desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Como Hombre tuvo un principio, el cual se conoce como la Encarnación, sin embargo seguirá siendo Hombre por toda la eternidad. No va a desprenderse nunca de su Humanidad, y así le veremos los creyentes.

Vamos a considerar pues, al Hombre perfecto, sin pecado, sumiso a la voluntad de Dios Padre, obediente en todo.

(1ª Pedro 2:22) “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”.

(Hebreos 10:7) (Juan 6:38) “Sumiso a la voluntad del Padre”.

(Filipenses 2:8) “... obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

 

En Él podemos ver su grandeza, y a la vez quedar impresionados por su humildad.

Cuanta diferencia entre el primer Adán y el segundo Adán (Cristo).

El primer Adán quiso ser igual a Dios (Génesis 3:5). El segundo Adán no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse (Filipenses 2:8).

Su Encarnación fue profetizada en el Antiguo Testamento y en su momento se llevó a la práctica:

 Saldría de Belén: (Isaías 7:14) (Isaías 9:6-7), (Miqueas 5:2).

Habitaría entre nosotros: (Juan 1:1-2, 14).

Nacido de mujer: (Gálata 4:4).

Las Escrituras enseñan claramente la Humanidad del Mesías (Cristo).

 

Poseyó cuerpo, alma y espíritu, como todo ser humano:

 

Carne, cuerpo: (1ª Juan 4:2-3)

Alma: (Mateo 26:38)

Se conmovió en espíritu: (Juan 13:21).

 

Con:

Intelecto: (Lucas 2:52) “crecía en sabiduría”.

Sentimientos: (Marcos 6:34) “tuvo compasión de ellos”.

Voluntad: (Marcos 1:41) “quiero, sé limpio”. (Mateo 27:34) “... no quiso beberlo”.

 

Con una voluntad como Hombre completamente rendida a la voluntad divina:

 

“... no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38).

 

“...Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

 

Hallamos dos títulos en los Evangelios que definen sus dos naturalezas, estos son: “Hijo de Dios” e “Hijo de Hombre”. Naturaleza divina y naturaleza humana respectivamente.

El título que por su frecuencia parece que más le gustaría para hablar de sí mismo, fue el de: “Hijo del Hombre”, enfatizando con él su humanidad. Encontramos 77 veces estas palabras en el Nuevo Testamento. Dos en Apocalipsis (1:3 y 14:14) y las demás en los Evangelios. Habían sido ya usadas en el Antiguo Testamento para referirse al hombre:

Unas 12 veces en los Salmos. Algunas en Eclesiastés. Tres o cuatro en Isaías. 90 veces en Ezequiel.

 

La Persona del Señor Jesucristo, siendo el Dios-Hombre es tan sublime, que a veces escapa a nuestra total compresión, y nos encontramos en Él con una serie de contrastes:

Estuvo cansado (Juan 4:6), mas ofreció descanso a los trabajados y cargados (Mateo 11:28).

Tuvo hambre (Mateo 4:2) y era el pan de vida (Juan 6:35).

Tuvo sed (Juan 19:28) y era el agua de vida (Juan 4:10, 14)

Estuvo en agonía (Lucas 22:44) y curó toda clases de enfermedades y todo dolor.

Sufrió tentación (Mateo 4:1) y como Dios no podía ser tentado.

En su humillación fue hecho un poco menor que los ángeles (Hebreos 2:6-7) y dijo: “mi Padre mayor es que yo” (Juan 14:28). Sin embargo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) y “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).

Lloró ante la tumba de Lázaro (Juan 11:35) y resucitó a los muertos (Juan 11:43).

Él es la vida, y sin embargo murió por nosotros.

De todo esto se desprende que el Señor Jesucristo vivió a veces su vida terrenal en la esfera de lo que es perfectamente humano, y en otras ocasiones en la esfera de lo que es perfectamente divino.

En la Persona de Cristo tenemos a Dios manifestado en carne (1ª Timoteo 3:16).

 

¿Cómo se encarnó?

 

Hay muchas personas incrédulas que no admiten la Encarnación del Hijo de Dios, tal y como se describe en la Biblia. A estas personas se les puede decir, que si Dios fue capaz de crear de la nada todo cuanto existe, nosotros no podemos limitar su poder, el cual es infinito, como si no pudiera crear una vida humana, sin intervención de varón.

La voluntad de Dios era salvar a los hombres y a las mujeres, y el Hijo se presenta voluntario para realizar esta labor, esto implicaría tomar cuerpo humano (Hebreos 10:5, 7).

Toma, pues, carne humana de la virgen María, sin intervención de varón. Por el Espíritu Santo y por el poder del Altísimo (Lucas 1:26-38) (Mateo 1:18-25). El resultado maravilloso de todo esto es que no heredó el pecado de Adán, ya que al no proceder de varón no pudo recibir la naturaleza de su “padre”.

Además de esto, por si alguien pudiera pensar que heredó la de su madre; el ángel solucionó el problema, al calificarle como: “El Santo ser que nacerá” (Lucas 1:35). Totalmente apartado del pecado...

 

2) NECESIDAD DE SU ENCARNACIÓN

 

Su encarnación fue necesaria, entre otras cosas, para:

 

Revelar a Dios al hombre:

 

(Mateo 11:27) “… Ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quién el Hijo lo quiere revelar”.

 

(Juan 1:18) “… el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

 

(Juan 14:9) Ver al Hijo es ver al Padre.

 

(Hebreo 1:2) Dios se revela en Cristo.

 

Destruir las obras del diablo:

 

La muerte de Cristo fue el juicio contra el príncipe de este mundo.

 

(Colosenses 2:15) Cristo, con su muerte despojó a los principados y potestades.

 

(Juan 12:31) “… el príncipe de este mundo será echado fuera”.

 

(Juan 16:11) “… y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido juzgado”.

 

(Hebreos 2:14) “... participó de lo mismo (carne y sangre), para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.

 

La muerte es una realidad humana, sin su Encarnación no habría podido morir.

 

Ofrecer su vida como sacrificio expiatorio:

 

(Isaías 53:10) Poner su vida en expiación por el pecado.

 

(Hebreos 2:10) Llevar muchos hijos a la gloria.

 

(Hebreos 10:1-10) La ofrenda del cuerpo de Jesucristo.

 

Sin su humanidad esto habría sido imposible:

“… me diste cuerpo…”

 

Ser Sumo Sacerdote:

 

Cristo no solo se presentó como Víctima, sino también, como Sumo Sacerdote y Oferente. Presentando a los hombres ante Dios e intercediendo por ellos.

 

(Hebreos 2:16-17) Tenía que ser semejante a sus hermanos.

 

(Hebreos 7:25) (Hebreos 8:1) Vive siempre para interceder…

 

Cumplir el pacto davídico:

 

(2º Samuel 7:16) Tu casa afirmada. Tu reino para siempre. Tu trono estable eternamente.

 

(Lucas 1:31-33) El trono de David. La casa de Jacob. Su reino no tendrá fin.

 

(Hechos 2:30) “… de su descendencia (de David)… levantaría al Cristo para que se sentase en su trono”.

 

Cristo vendrá con su cuerpo humano glorificado y se sentará en el trono de David, como Rey de reyes y Señor de señores. (Apocalipsis 19:16).

 

3) IMPLICACIONES DE LA ENCARNACIÓN

 

Vamos a ver a continuación varias implicaciones en tres enfoques:

1º) Para sí mismo. 2º) Para el hombre (creyente). 3º) Para el hombre (no creyente).

 

1º) Para sí mismo:

 

Entramos ahora en lo que en términos teológicos es llamado la: “quenosis”. Ésta palabra en el original griego figura en (Filipenses 2:7). Su significado es: Despojarse o vaciarse.

Dejó su gloria, aunque nunca dejó su deidad.

Él, sin dejar de ser Dios, incorporó para sí la humanidad.

Él fue manifestado en carne (1ª Timoteo 3:16). Vivió una vida humana perfecta, sin pecado, sin usar para ello de su divinidad, sino de los recursos divinos que tenemos a nuestra disposición todos los creyentes. Como son:

 

El Espíritu Santo. La oración. La Palabra de Dios.

 

Encarnarse, o hacerse hombre, supuso para Él, dejar su gloria que tenía con el Padre (Juan 17:5).

De la forma de Dios a la forma de siervo.

Obediente hasta la muerte (y muerte de cruz) (Filipenses 2:6-7).

Siendo rico se hizo pobre... (2ª Corintios 8:9).

 

Junto al Padre era adorado por los ángeles. Estando en la condición de hombre: Escupido, afrentado, despreciado y desechado (Isaías 53:3).

 

Su auto-limitación.

No solo fue el vaciarse de su gloria, sino también, el auto-limitarse a un cuerpo humano.

Aquél que todo lo llena, limitarse a un cuerpo que le impedía estar en dos sitios a la vez.

Tener que ser cuidado por sus padres, como los demás niños.

Aquél que todo lo sabía, tuvo que aprender del Padre (Isaías 50:4).

Él, siendo Autor de las Escrituras; aprendió las Escrituras (Lucas 2:46-47).

Tuvo que experimentar sin duda una serie de limitaciones que le proporcionó su humanidad.

Pensemos por un momento en nosotros mismos, que por amor a las hormigas nos limitáramos a llevar su cuerpo, y a ser hormigas, recibiendo a la vez, toda clase de incomprensión por parte de ellas. Aún esto no sería comparable con lo que el Señor Jesucristo hizo.

Nadie le obligó, ni a humanarse, ni a dar su vida en la cruz, fue algo completamente voluntario (Hebreos 10:7) (2ª Corintios 8:9) (Juan 10:17-18). Sin embargo Él pudo ver el fruto y quedar satisfecho (Isaías 53:11).

Recobró su gloria con creces: La que había dejado como Dios (Juan 17:5) y la que ahora tiene añadida como Redentor (Filipenses 2:9-11).

  

2º) Para el hombre (creyente).

 

El hecho de dejar Él su gloria y humanarse, implicó para nosotros, que habíamos pecado y estábamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23) el que pudiéramos llegar a disfrutar de ella.

Dice (Hebreos 2:10) que Dios tenía que “llevar muchos hijos a la gloria” a través de Cristo. Así que, el Señor Jesús pudo dirigirse al Padre con estas palabras: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24).

La Encarnación del Hijo de Dios implica todo cuanto tiene que ver con la salvación en su totalidad:

 

El perdón de pecado (Colosenses 1:14).

La comunión con Dios (1ª Corintios 1:9).

La vida eterna (Juan 6:51) (Juan 6:40) (1ª Juan 5:11-12).

La herencia entre los santificados (Hechos 26:18).

 

Así, en la vida cristiana estamos completos en Él (Colosenses 2:10).

 

3º) Para el hombre (no creyente).

 

Si persiste en esta actitud de rechazo a Cristo y su obra, queda condenado sin excusa:

 

(Juan 15:22-24) Cristo ha venido y le han aborrecido a Él y al Padre.

 

(Hebreos 10:26-31) Está pisoteando al Hijo. Está despreciando la sangre del pacto. Está haciendo afrenta al Espíritu de gracia.

¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!      

Su condenación es segura, a no ser que se arrepienta de su pecado, y crea en el Señor Jesucristo.

   

APLICACIÓN

El Señor Jesucristo dejó su gloria y se auto-limitó por ti y por mí.

Dios no quiere que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento y sean salvo.

¿Qué actitud vas a tomar frente a Cristo?

Los que ya somos creyentes, que hemos nacido de nuevo, ¿Cómo vamos a responder ante tanto amor?

La mejor respuesta la encontramos en (2ª Corintios 5:14-15): Una consagración total.

No vivir para nosotros mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por nosotros.

 

VIDA Y MINISTERIO

 

Cristo es perfectamente Hombre y como tal, nació, creció y vivió entre nosotros.

Vamos a fijarnos un poco, aunque sin entrar en detalles, en su vida y ministerio, y consideraremos tres apartados:

1) En relación con Dios, el Padre.

2) En relación con los hombres.

3) Los hombres en relación con Él.

 

1) EN RELACIÓN CON DIOS, EL PADRE

 

Lo podemos ver como:

El Siervo de Jehová.

El Hijo amado.

Practicando la oración.

 

Como el Siervo de Jehová.

 

Leemos en (Hebreos10:7) “He aquí que vengo ¡oh Dios! Para hacer tu voluntad”. O dicho de otra manera: “Vengo para servirte”.

También vemos en (Filipenses 2:7-8) que tomó forma de Siervo. Y en (Isaías 42:1-4) se presenta como: “Mi Siervo”. Humilde (rehusando publicidad). Sin cansarse ni desmayar hasta terminar la labor encomendada.

En (Isaías 50:5-7) dice que no se volvió atrás, y en (Isaías 52:13) y (53:10-12) se ve el Siervo prosperado y exaltado, después del padecimiento de la muerte.

Cristo pudo decir de sí mismo: “El Hijo del Hombre, no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

Es el Siervo incansable, sin desmayar hasta consumar su obra.

¡Cuántas veces nosotros nos cansamos a mitad de camino!

No olvidemos que somos siervos de Dios, como nos lo dice la Palabra (1ª Tesalonicenses 1:9) (Romanos 6:22) (Apocalipsis 22:3).

 

Como el Hijo amado.

 

(Salmo 2:7, 12) “Mi Hijo eres tú, Yo te engendré hoy”. “Honrad al Hijo...”.

 

(Isaías 42:1) “He aquí Mi Siervo... Mi escogido, en quien Mi alma tiene contentamiento”.

Se puede oír una voz en Su bautismo que testifica de ello; es la voz del Padre. (Mateo 3:17) “... Este es Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a Él oíd”. Estas mismas palabras se repiten en la transfiguración: (Mateo 17:5) “… Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia”.

Como diría Jesús mismo: “El Padre ama al Hij ...” (Juan 3:35) (Juan 5:20).

Nosotros también somos hijos de Dios, y le somos aceptos en el Amado (Efesios 1:6).

Ahora bien, el Señor Jesús era obediente a Su Padre, ¿lo somos también nosotros? Veamos: (Juan 15:10) (Juan 14:21) (1ª Juan 5:3) (Efesios 5:1) ((1ª Pedro 1:14).

Al considerar la vida del Señor Jesús en los Evangelios, quedamos maravillados al verle como un Ser tan grande y a la vez tan humilde.

¿Sabemos nosotros imitarle en esto? Veamos: (Filipenses 2:3) y (Romanos 12:3) (Efesios 4:2).

 

Practicando la oración.

 

La oración era una práctica muy importante en la vida del Maestro.

Recorriendo los Evangelios vemos unas veintes ocasiones en las cuales el Señor Jesús ora.

Veámosla a continuación:

 

1) Durante su bautismo (Lucas 3:21)

“… También Jesús fue bautizado; y orando, el Cielo se abrió”.

 

2) Muy de mañana en un lugar desierto (Marcos 1:35).

“Levantándose muy de mañana, siendo aún oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.

 

3) En lugares desierto como práctica (Lucas 5:16).

“Mas Él se apartaba a lugares desiertos y allí oraba”.

 

4) Antes de escoger a los Doce (Lucas 6:12)

“... pasó la noche orando a Dios”.

 

5) Cuando alimentó a los 5.000 (Juan 6:11)

“Tomó Jesús aquellos panes y habiendo dado gracias, los repartió”.

 

6) Después de alimentar a los 5.000 y antes de andar sobre las aguas (Mateo 14:23) (Marcos 6:46).

Se dice que subió al monte a orar aparte.

 

7) En Cesarea de Filipo (Lucas 9:18).

Dice que Jesús oraba aparte.

 

8) Antes de la transfiguración (Lucas 9:28-29).

Subió al monte a orar.

 

9) Cuando enseñó a orar a sus discípulos (Lucas 11:1-4).

Dice que estaba Jesús orando.

 

10) Por los niños (Mateo 19:13).

Se los traían para que orase por ellos.

 

11) Después del regreso de los setenta (Lucas 10:21) (Mateo 11:25-26).

“... Te alabo Padre, Señor del Cielo y de la tierra...”.

 

 12) Ante la tumba de Lázaro (Juan 11:41-42).

“Padre, gracias te doy por haberme oído...”.

 

13) En el Templo (Juan 12:27-28).

“Padre, glorifica tu nombre...”.

 

14) En la última cena (Mateo 26:26-27).

“... habiendo dado gracias...”.

 

15) Por el apóstol Pedro (Lucas 22:31-32).

“Yo he orado por ti para que tu fe no falte”.

 

16) Por los discípulos, saliendo del aposento alto (Juan 17:1-26).

“¡Padre! Glorifica a...”

 

17) En Getsemaní (Mateo 26: 36, 39, 42, 44) (Marcos 14:32, 36, 39) (Lucas 22:41-42, 44-45).

Puesto de rodillas oró diciendo:

“Si es posible pase de mí... No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

 

18) En la cruz (Lucas 23:34, 46).

“Padre, perdónales... Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

 

19) También en la cruz (Lucas 23:46).

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

 

20) En Emaús (Lucas 24:30)

Bendijo y dio gracias por el pan.

 

 

2) EN RELACIÓN CON LOS HOMBRES

 

Le vemos haciendo bienes y sanando a los oprimidos por el diablo.

Así le contemplamos como:

 

La Luz del mundo (Juan 1:9)

 

Luz para revelación a los gentiles, diría Zacarías, padre de Juan el Bautista.

La luz en las Escrituras, nos habla de santidad, o sea, lo opuesto a las tinieblas, que nos hablan del pecado.

Nosotros somos la luz del mundo (Mateo 5:14-16), pero, ¿vivimos como hijos de luz? (Efesios 5:8).

 

El Verbo de Dios (Juan 1:1, 14)

 

Es el que nos ha dado a conocer al Padre (Juan 1:18). Ante el cuál, aún aquellos que no simpatizan con Él, tuvieron que reconocer que jamás ningún hombre habló como Él (Juan 7:46)... Porque les enseñaba como quien tiene autoridad (Marcos 1:22).

   

El Consejero admirable (Isaías 9:6)

 

De su boca fluían enseñanzas y consejos maravillosos. Tales como:

“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y lo demás os será añadido” (Mateo. 6:33).

“No juzguéis para que no seáis juzgados... con la medida que medís, os será medido” (Mateo 7:1-2).

“Las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12).

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

 

El Salvador y el Redentor (Juan 4:42)

 

“... sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”.

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley...” (Gálatas 3:13).

“En quienes tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14).

 

El Buen Pastor (Juan 10).

 

Cuida de sus ovejas y da la vida por ellas (Juan 10:11).

Tenía compasión de la gente, porque les veía como ovejas que no tenían pastor (Marcos 6:34).

 

El Sumo Sacerdote y Mediador

 

“Yo soy la puerta, el que por mí entrare...” (Juan 10:9).

“Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).

 

El Señor y Juez

 

“Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para...” (Juan 5:22-23).

“Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy...” (Juan 13:13).

“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres...” (Romanos 10:9).

“Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos” (Hechos 10:42).

Si es el Señor, debe señorear, o reinar en nuestra vida. ¿Le dejamos?

Si es el Juez, va a juzgar a todos los hombres. ¿Tenemos esto en cuenta?

 

Nuestro ejemplo a imitar

“Puesto los ojos en Jesús...” (Hebreos 12:2).

Ejemplo para que sigáis sus pisadas” (1ª Pedro 2:21).

“Debemos andar como Él anduvo” (1ª Juan 2:6).

 

¿Cómo se condujo Jesús con sus padres terrenales?

 

Cuando era niño: Les estaba sujeto (Lucas 2:51).

Cuando tiene que partir para ir al Padre: Cuida de su madre (Juan 19:25-27).

 

¿Cómo se condujo con los hombres que venían a Él en busca de algo?

 

Él dijo: “El que a mí viene no le echo fuera” (Juan 6:40).

Anduvo haciendo bienes y sanando a los oprimidos por el diablo, diría Pedro (Hechos 10:38).

Isaías ya en su momento lo había profetizado: (Isaías 53:5-6 y 61:1-2).

 

Los ciegos hallaron la vista:

Bartimeo (Marcos 10:46-52).

El ciego de nacimiento (Juan 9:1-7, 35-41).

 

Los leprosos eran sanados:

Un leproso (Marcos 1:40-45)

Diez leprosos (Lucas 17:11-19).

 

Los endemoniados quedaban libres:

El endemoniado gadareno (Marcos 5:1-20).

Muchos endemoniados (Mateo 8:16-17).

 

Los muertos fueron vueltos a la vida:

La viuda de Naín recobró a su hijo (Lucas 7:11-17)

Jairo recobró a su hija (Lucas 8:40-42, 49-56).

Marta y María recobraron a su hermano Lázaro (Juan 11:1-6, 11-15, 21-27, 38-44).

 

Muchos enfermos sanados física y espiritualmente:

El paralítico llevado por cuatro en Capernaum (Marcos 2:1-12).

La mujer con flujo de sangre (Marcos 5:25-34).

 

Pecadores que fueron restaurados:

La mujer adúltera (Juan 8:3-11).

Leví (Mateo) (Lucas 5:27-32).

Zaqueo (Lucas 19:1-10).

El ladrón de la cruz (Lucas 23:39-43).

Y además, todo aquel que acude a Jesús encuentra salvación, paz, perdón y vida eterna. El Señor Jesucristo nunca defrauda.

 

Vemos a Jesús que sabe perdonar:

“Vete y no peques más” (Juan 8:11).

“Tus pecados te son perdonados (Marcos 2:5).

 

Vemos a Jesús que sabe amar:

“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado...” (Juan 15:9).

“Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin” (Juan 13:1).

Pablo diría: “El amor de Cristo excede a todo conocimiento” (Efesios 3:19).

 

Vemos a Jesús que sabe recompensar:

“... Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré...” (Mateo 25:21).

 

3) LOS HOMBRES EN RELACIÓN CON ÉL

 

En (Juan 1:10-12) encontramos tres clases de personas que toman cada una su actitud:

 

El mundo no le conoció (Juan 1:10)

 

El mundo no conoció a su Creador.

Fue despreciado y desechado entre los hombres (Isaías 53:3).

 

Los suyos no le conocieron (Juan 1:11).

 

Israel no le recibió como el Mesías:

Herodes procura matarle cuando sabe de su nacimiento (Mateo 2:16).

Le buscan para matarle, despeñarle (Lucas 4:29-30.

Los judíos procuran matarle (Juan 5:18).

Los principales sacerdotes, acordaron matarle (Juan 11:47-53).

No queremos que éste reine sobre nosotros, decían (Lucas 19:14).

Tal como dijo Jesús en la parábola, en (Mateo 21:33-46).

 

Unos pocos le recibieron (Juan 1:12)

 

Hubo un resto fiel que le reconoció; éstos son los que creen en su nombre, los cuales llegan a ser hechos hijos de Dios.

 

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"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,

Para que seamos llamados hijos de Dios"

1a Juan 3:1.

 

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