CONTENIDO DE LA 5ª LECCIÓN
LECTURA DEL EVANGELIO DE SAN JUAN 3:1-21
JESÚS Y NICODEMOS
“1Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
3Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
9Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
10Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. 14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO
“16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”.
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COMENTARIO DEL EVANGELIO DE SAN JUAN 3:1-21
EL MAESTRO DIVINO
EL NUEVO NACIMIENTO (vers. 1-21)
Nicodemo era un príncipe de Israel, miembro del Sanedrín, maestro de Israel. Viendo éste las señales que Jesús hacía, se da cuenta que tenía que venir de Dios, y que Dios estaba en Él, lo que le llevó a buscar una entrevista con Jesús.
Por fin va a Jesús de noche, y empieza a dirigirse a Él, reconociendo que había venido de Dios como Maestro.
El gran asombro para Nicodemo, tendría lugar al ser cortado por Jesús, con estas palabras: “El que no nace de nuevo (o mejor dicho: de arriba) no puede ver el reino de Dios”.
¿Cómo puede producirse esto? ¿Qué es el nuevo nacimiento?
Se trata de empezar una nueva vida, nacer del Espíritu. Es cuestión que el Espíritu Santo, usando la Palabra de Dios (aquí tipificada por el agua), produzca en nosotros el nuevo nacimiento. Véase: .
“Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Efesios 5:26).
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).
Al creer en Cristo, nacemos del Espíritu, se produce en nosotros el nuevo nacimiento, y somos hechos hijos de Dios, como ya lo vimos en la primera lección, al considerar (Juan 1:12-13).
Para aclarar un poco más el asunto, el Señor lo ilustra con la experiencia que tuvieron los israelitas en el desierto con la serpiente de bronce que Moisés levantó.
“Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Números 21:9).
Cuando un israelita era mordido por una serpiente venenosa, y miraba la serpiente de metal, creyendo en lo que Dios había prometido, vivía.
Así también, el Señor Jesucristo tendría que ser levantado, clavado en la cruz, para que todo aquel que mira a Él con fe, todo aquel que crea en Cristo, no se condene, sino que tenga vida eterna.
No se trata de hacer obras para ganarse la salvación. Se trata de reconocer que nada podemos hacer, y confiar en lo que Dios ha hecho.
Solo el grande amor de Dios ha sido capaz de ofrecer al hombre la salvación y la vida eterna (vers. 16-18).
“El que cree no es condenado”. “El que cree tiene vida eterna”. Hay total seguridad en las Palabras del Salvador.
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